domingo, 26 de abril de 2009

EN HIELO FIRME



Por 3 días baje unos cuantos grados latitud sur para conocer una de las espectaculares maravillas que tiene este país: los glaciares del Lago Argentino.

Es cierto que las excursiones suelen ser bastante molestas, pero muchas veces son necesarias para el control de la masa bruta que puede hacer mierda el medio ambiente, por tanto muchas son obligatorias.

Después de recorrer las empedradas calles de El Calafate a una temprana y helada hora, recogiendo parejas y familias de turistas de hotel en hotel, finalmente emprendimos carretera hacia el Parque Nacional Los Glaciares. La inmensidad patagónica se dibujó ante mi forzando mis ojos a ver más y más, y aunque a mitad de camino empezó a llover, su aspecto suave y pasajero solo indicaba que sería incapaz de arruinarme el día.


Ya en un refugio atiborrado de húmedos turistas, los guías nos separaron en grupos de 20 y los más prestos iniciamos las caminata. Algunos metros después se presentó ante mi uno de los más grandes y grandiosos pincelazos de la naturaleza: El Glaciar Perito Moreno. Un gigante ser dispuesto a regalarme algo de su magia.
El minitrekking que hace unos meses había visto en páginas y blogs estaba a punto de materializarse, por una hora y media iba a recorrer este poderoso amigo dejando mis grampónicas huellas en él.


Luis era la cabeza de la víbora humana, era un flaco alto, ágil y con un humor muy acertado, a los sesentones del grupo les quito el miedo a caminar por una superficie desconocida y con la disminuida agilidad característica de esa edad, y a la mediana treintañera que escribe la llevo de la manito por lugares increíbles no aptos para veinte personas enseñándole como se deja una buena huella.
Si, Luis era un buen guía, pero no era ningún boludo, era hombre y me vio sola, así que me adoptó como receptora de sus historias y de paso me tiro los perros un poquito.


De regreso en el mismo bus, esta vez convertido en un sauna, veía la misma lluvia que varias horas antes había hecho su aparición, nunca paró, pero cumplió y no llegó a arruinarme el día. Después en el calientico cuarto del hotel las medias eran un chupo en mis pies, los guantes parecían los de un alien y la mochilita guardaba en su interior a los flotantes sobrevivientes, papeles, cigarrillos, las medias de repuesto, la snickers y el porro clamaban por su rescate.


Algunos tips a quienes algún día se acerquen a tocar ese hermoso gigante en día de lluvia, aclarando que llueve el 70% de los días en que se puede caminar.

* en la caminata solo van a querer quitarse los guates para tomar una foto o limpiarse los mocos, así que dejen todo en el refugio y solo lleven la cámara. Y quienes como yo necesitan algo diferente a la ropa para limpiarse los mocos lleven un sobrecito de carilinas/kleenex en el bolsillo, de adentro.
* la cabeza cubierta es un gol. Yo llevaba un gorro de lana con visera, el cual combinado con la capucha impermeable de la campera resulto perfecto para el diluvio.
* lleven medias y guantes de repuesto.
* frutas, chocolate y agua puede ser un buen almuerzo, la caminata no es tan extenuante como para necesitar demasiada comida, mejor comer tranquilos y sequitos a la tarde en El Calafate.
* dejen que sus sentidos les enseñen para que otras sensaciones están preparados.