
Viernes a la noche. La bandeja venía con mi tarta gourmet y una cerveza que llevaba mas de un mes en la nevera, el destino era mi cama y la misión apoderarme del control remoto y sacarle sangre a la tele.
Después de algunos rasguños MEGAESTRUCTURAS -tiene que ser en mayúsculas- se anunció pateándome las intenciones.
El complejo Oresund uniría Dinamarca y Suecia por medio de un puente, una isla y un túnel. El puente -del lado Sueco- seria de 8 kms de largo, estaría a 70 metros sobre el nivel del mar sostendría una autopista de 6 carriles y otro nivel con 2 vías de tren; la isla Peberholm sería de 4 kms dándole paso al túnel que atravezaría la tierra por 3,5 kms.
A medida que el programa avanzaba empecé a sentir una leve aceleración del corazón, veía como ya habían levantado no sé cuantas miles de toneladas de tierra y habían construído la artificial isla, veía como un taladro gigante rompía sin piedad el fondo Danés abriéndole espacio a las piezas del tamaño de una cancha de fútbol que formarían el túnel.
Pero cuando las rígidas columnas del puente fueron saliendo del fondo del agua y por medio de elípsis necesarias me mostraron como todo empezaba a tomar forma sentí la misma angustia de estar en un caballo desbocado: el corazón inmanejable y el horror a la inminente caida.
El programa terminó y caí como una piedra entre mis almohadas e inmóvil intente entender por qué me había asustado tanto, que efecto loco habia provocado en mi psiquis ver tanto poderío… y recordé -sí, todavía no me acostumbro- que ahora voy a terapia, así que emergí del mundo analítico que me poseía dejándolo de tarea y rescatando el control.