domingo, 7 de septiembre de 2008

UN CERCANO REENCUENTRO


Por mi trabajo, empece desde temprano a conocer gente de la farándula colombiana, pasé días enteros con el galán de turno, el futbolista estrella, el campeón de la Fórmula Cart, el conductor más escuchado, actores y actrices a manotadas.. así que el tema de la fama no me movía nada; sólo eran famosos los realmente inalcanzables, los mundiales, los que nunca pisarían nuestra desprestigiada patria.


Cenando con un grupete de latinos en un restaurante de Los Angeles, conocí un venezolano Director de Arte al cual le pareció muy interesante mi historia –todavía no sé por qué-; me preguntó si buscaba trabajo y cuando le dije que no, me ofreció. Sin darme muchos detalles pero prometiéndome una buena oportunidad me ofreció que trabajara 2 días en una producción gringa, experiencia que obviamente no le podía negar a mi tercermundista CV.

Unos días después me llamó y me pasó la dirección del lugar en donde muy a las 6:00am tenía que estar. Como en LA a esa hora no hay un 60 amigo una de las chicas que vivía conmigo me presto su carro y en Yahoo nos bajamos todas las robóticas indicaciones –incluyendo freeway- que debía seguir para llegar a mi lugar de trabajo.

Cuando después de mil vueltas finalmente hice mi arribo al STAGE 34, sin entender nada el venezolano amigo me condecoró con una escarapela que me gritó: MADONNA CREW.

Las piernas me temblaron y antes de buscar una silla le pregunté que onda el trabajo y me dijo que ibamos a grabar un video para el tour de Madonna, pero antes de que su tono de cotidianidad me pinchara el globo concluyó: pero ojo que no se le puede hablar ni mirarla directamente!

Yo hacía parte del grupo de producción de piso, que no eramos otra cosa que los latinos que pintan, cualgan telas, hacen floreros, limpian vidrios, arman estructuras inentendibles, y se hacen mierda la espalda.

Unas horas después el gigante hangar se inundó de silencio y tuve mi primer encuentro con la Chica Material. Pasó caminado a 8 metros de mí dejando una estela de hermosura –agradecí tener la escoba de bastón- acompañada de sus hijos y el séquito de turno.

Para las primeras escenas todos buscabamos el huequito para verla aunque sea por unos frames pero pasaban las horas y la reina de reinas se había convertido en una más que cumplía una función en el engranaje que tenían montado y a la cual era muy difícil acercársele.

El venezolano/jefe sabía que yo podía manejar el cholulismo y sabía además que lo de jefe era un disfraz, así que tan pronto tuvo una buena oportunidad me lanzó al ruedo.
Fuí a parar a un set que era una tarima no muy alta con un vidrio en el centro y cuatro colchonetas a los lados que protegerían a la diva por si se contorsionaba tanto que su corto espacio no le alcanzara; mi función -y la de otros 3- era estar con ella en la tarima, escondiditos y atentos, cada uno en una esquina por si llegara a necesitar además una mano humana que no la dejara caer –ah y limpiar el vidrio entre toma y toma-.

Acurrucada en mi vértice asignado la ví acercarse hacia mí, toda de blanco inmaculado tenía unas medias de red, unas botas blancas hasta la rodilla, un corsé minúsculo y un cinturón de castidad que tapaba solo lo necesario.
Playback! Camera! Action!
Tuve a Madonna bailándome en la cara, levantando el culo y flexionándose sin sutileza en mi cerebro, repitiéndome su danza acrobática una y otra vez, recordándome porque me gustaba tanto!

Tuve suerte sentándome en esa cena al lado del que en ese momento me estaba poniéndo ahí, y nuevamente tuve suerte porque la cámara se rompió y el arreglo que para el director era cuestión de pocos minutos la obligó a quedarse ahí con nosotros por más de 15.
Yo la miraba sentada sobre ese vidrio con las piernas dobladas hablando cotidianidades con sus hijos, haciéndoles chistes, distrayéndolos como cualquier mamá, una dulce mamá, yo sentía que estaba de visita en el living de su casa, estaba viviendo lo que nunca ni siquiera me imaginé, estaba una vez más reconociendo como hasta el más inalcanzable se convierte en unos pocos minutos en un ser humano como cualquiera.

Finalmente la camara estuvo lista, pero su colegiala posición había hecho que las botas se enredaran con sus medias, la chica de vestuario corrió a socorrerla de tan complicada situación sin advertir que eran las dos piernas las involucradas. A pesar del estricto mandato de no dirigirle la palabra, yo tenía que evitar que mi blanca diosa se fuera de cara contra el vidrio, y con el más básico inglés le dije: .. and another one!. Mi delgadez y rulos inmanejables entraron por un segundo en su memoria.


En diciembre será nuestro reencuentro, fuerte y enérgica recorrerá el inmenso escenario de River Plate, yo la veré a través de las pantallas pero ya nunca será lejana.