
Hoy, en esta mitad de abajo, la tierra y el sol se han puesto en fila organizando la fiestica -sólo por algunas horas- de noches largas o eternas y días cortos o inexistentes. Pero los bailarines en cuestion muy rápidamente romperan fila y para mi bien empezarán a ensancharse los días, mi visión recibirá un baldazo de colores, empezaré a liberarme de algunos kilos de abrigo pudiendo dar zancadas con la liviandad que mi peso amerita, tendré más luz para ver donde estoy pisando, más energía para por lo menos intentarlo y mas conexión con el dueño de nuestro existir: EL SIMPATICO SOL.
En mi curso de astronomía empezamos recorriendo los planetas vecinos -ganándose Mercurio mi preferencia siendo llamado el planeta Heavy Metal, por su posible núcleo de metal-, recorrimos también nuestra apaleada Tierra y su manoseado satélite, atravesamos entre Marte y Júpiter el cinturón de asteroides esquivando más de un millón, y vimos de cerca cometas con sus enormes y despilfarradoras colas.
Alejándonos cada vez más, el viernes llegamos a las estrellas, esas bolas de hidrógeno y helio que nacen a partir de una nebulosa demostrando el poder de la transformación de los elementos y tardando en este proceso el 95% de su vida.
Mi gran amado Sol está a la mitad de su vida, es un adolescente de 4.700 millones de años con su partida de defunción sellada para dentro de unos 5.000 millones, por eso es chiquito -solo mide 109 veces la tierra-, pero obvio no esté solo, tiene 200.000 millones de hermanos, la gran mayoría como él y otros con tamaños que mi precaria mente no alcanza a codificar.
La próxima clase veremos sus formas de morir y los mediaticos agujeros negros, ya les contaré.
El que quiera hacerse mi tarea léase La fiesta del Monstruo, la historia de la nerviosita Eta Carinae, una de las mas gigantes de todas y que en cualquier momento se hace bolita ninja.