
Solo necesité su decorada introducción para que en mi cabeza empezaran a loopearse las mismas patéticas escenas que hace ya muchos años reinan mi vida laboral, yo como única protagonista, en distintas locaciones y con terminologías y acentos diferentes se repiten una y otra vez....
Yo renegando contra este medio falso y antiestético, yo haciéndome cargo de los muertos que van quedando en los pasillos, yo puteando contra los desastrosos figurines mensajeros de los clientes, yo gritándole a mi jefe a través de un teléfono apagado, yo retorciéndome las entrañas por tener que nuevamente renegociar la cifra que llega mes a mes, yo.... yo.... yo....
Mientras las tercermundistas palabras de mi jefe flotaban en el espacio, yo me elevaba con la liviandad de una pluma reconociendo que hoy en mi vida tengo lo que quiero tener, que vivo donde quiero vivir, que gano más de lo que necesito ganar. Pero reconociendo también que yo soy la única responsable de mis delirios y retorcijones, que mi naturaleza nunca me dejará estar satisfecha con el medio en el que trabajo, que siempre habrá un inoperante a cargo, que siempre habrá un muerto en el pasillo y que siempre lo intentaré cargar.
Nos despedimos con un abrazo, el prometiéndome que todo va a cambiar, yo prometiéndome no creerle.