domingo, 8 de junio de 2008

HOLLYWOOD GUY



Lo que empezó en ir a tomarnos un café alguna tarde se convirtió en ir a cenar con dia y hora pactadas.

Pasó por mí y sin hacer una pausa empezó a contarme que no encontraba el auto, que igual tenía dos autos (?), que vivía en Cañitas, que el tema de estacionar era complicado, que los fines de semana era imposible, que siempre había mucho quilombo… y terminó su descarga Cañitiana diciendo que si no viviera en Cañitas, no iría nunca!
El botón justiciero inmediatamente me dió una patadita y nos medio cagamos de la risa-, pero como también me he preguntado si estoy sola porque soy muy obsesiva como mi quimérica lista, decidí patear yo al justiciero y hacerme la que no había oído nada.


Mientras recorríamos calles adoquinadas empezó a declamarme su biografía con sobrados detalles dolarizados. Huyendo de lo inevitable empecé a buscar esos nombres de próceres y desconocidos de cada esquina que pasábamos en la guía T de mi cabeza.
Rapidamente mi GPS arrojó un destino y me dí cuenta que sólo tenia que haberlo mirado bien para saber a donde ibamos. Con la excusa -vieja y básica- de buscar su billetera, hicimos una parada en su departamento.

Era un set, y no es casual. Se encargo de que yo tomara nota de cada detalle de su vida, y cuando intenté profundizar –me salió la vieja- me di cuenta que lo único que teníamos en común era el contenido de la cajita, el mismo encendedor, ah y el mismo chapstick. Cada estupidez de esas era un escalón más desde donde se paraba para joder con que eramos el uno para el otro, apoyándose además en su cool loft que claramente lo enaltecía y al cual yo preferí obviar.

Si método era tan obvio –y para mí tan patético- que no pude disimular y le dejé claro que nada de eso me sorprendía, pero la reflexión le duró muy poco porque como es hombre aplicó el ya que estamos… y empezó a mandar la manito con una excusa trillada y se encontró con mi escarcha corporal que casi lo quema. Al Hollywood Guy no lo rechazan, él tipo que se desubica.

Con una buena compañia seguimos con el plan. Cenamos deli y nos cagamos de la risa, eramos un par de amigos entendiendo las mismas situaciones creadas sólamente en la cabeza que compartíamos.

Caminamos abrazaditos hasta el auto y en la puerta de mi casa nuevamente lanzó el pica hielo a ver si lograba romper esta vez esa nueva amiga pero se encontró con un glaciar que unos minutos después se desheló sola entre su plumón.


El botón me dejó dar tres pasos y apareció triunfante y engreído a darme pataditas… le dí la razón.