sábado, 17 de enero de 2009

EL QUINTO LAMENTO



Sentada en un apartamento ultra moderno fantaseaba con una noche perfecta al mejor estilo The L word.
Las chicas decían que el lugar al que íbamos era perfecto, mi amiga Caro había vuelto con su loca novia quién resultó ser una veinteañera medio retraída pero que le ponía el toque calentón a la noche, el vino tenía la temperatura perfecta, la anfitriona era una adorable piloto de 42 años que le estaba dando gusto a su chica, su chica era Mala, otra de mis amigas que no sabía que hacer con tanta felicidad.

La sentencia flotó en el aire cuando Elena -la piloto- aclaró que esperábamos a una gran amiga suya que además celebraba su cumpleaños. Las miradas y cargadas no se hicieron esperar, mis dos amigas -y hasta sus parejas- se regodearon en suposiciones de la futura parejita partiendo la torta, y mis fantasías se centraron en la visitante esperada -me intrigaba cómo sería, cómo olería, cómo me miraría, cómo terminaría esa noche-.

Cuando llegó solo vi dos cuerpos que enérgicamente se saludaron, alzaron, abrazaron. Después de la presentación, Tatiana nos contó que vive en Madrid, trabaja en una agencia de publicidad y esta por entrar a otra en Buenos Aires. Yo la miraba y no me gustaba nada, pero teníamos unas vidas tan parecidas que las miradas alrededor me obligaron a lanzarle una sonrisita.

Era jueves, 11pm, la noche Bogotana finalmente estaba a nuestros pies.
Llegamos al tan nombrado y esperado sitio: My Way, pero para sorpresa nuestra estaba cerrado. La cara de poca fé de mis amigas me hizo caer de las nubes de chicas lindas bailando a mi alrededor.
El plan B fué irnos directamente al hervor, saltarnos el primer trago en un sitio más tranquilo y meterle de una con el descontrol, pero se pinchó rápidamente pues el foco de descontrol también estaba cerrado. Después de convencer al bomboncito de Caro que el tercer lugar era nuestra única esperanza así no fuera sólo de chicas, fuimos por él y su puerta empolvada nuevamente nos cacheteó. Otro más que tampoco y finalmente al quinto lugar milagrosamente estaba abierto.

Blue Sea -o algo así- lejos de estar lleno de chicas lindas lo habitaban dos putos oliendo a jabón chiquito y besuqueando a un oficinista que por claras razones no podía ir a su casa a sacarse la corbata, dos gordos con tetas que mostraron una evidente excitación al vernos entrar, y dos o tres más dando vueltas por ahí. Las chicas de la barra eran dos Juanes caderones y desnutridos, pero amorosos, pero desnutridos.

Tatiana y yo pedimos whiskey y empezamos a conocernos, era una más que me encantaría de amiga pero estaba lejos de ocupar un lugar en mi cama. Sin embargo, tenía mucho de lo que me gusta en un hombre, la edad, experiencia, control de la situación, vida, mundo, sonrisas, sueños. Me decía que me parecía a su ex, se quedaba mirándome con ojitos ganosos, me agarraba del brazo cuando se emocionaba en algún relato, pero era mujer y con las mujeres sólo me interesa lo de afuera, por más que yo quisiera Tatiana no era la veinteañera alta, flaca, inocente y arriesgada que me sacaría la ropa esa noche.

No insistimos en alargarla más, el lugar era una mierda, no había nada para levantar y nuestro estómago nos rogaba que no le diéramos más de ese whiskey barato, las dos parejitas que nos acompañaban solo soñaban con llegar rápido a su lecho, así que intercambiando mails cada una se fué a dormir.