
Esta semana viajo a Colombia a pasar las fiestas, ver algunas de las personas que quiero, comeeeeer hasta revotar y fumar buena.
Como hace algunos años no me asomo por allá arriba -y por lo que veo la tendencia será esta-, quise llevarle algo a todas las personas que significan de verdad algo, y bueno también a algunos por compromiso sanguíneo.
Siendo metódica extrema, no pude conseguir mejor plan que emprenderme en este personal proyecto, el cual a su vez le venía perfecto al tema tribu. Hice la lista y me salieron 38 incluyéndo los que potenciaron este emprendimiento: la nueva generación, incomprensible y exigente. Tuve que imponer la consigna de regalar una boludez pero prohibiéndome caer en la desidia de quien compra en masa sin dedicarle media neurona a la persona beneficiada y mucho menos comprar algo que a mi no me gusta.
Odio recibir algo que evidencia que esa persona no me conoce en absoluto, es como una desilución mezclada con rabia que además de obligarme a escupir un gracias me pone en la situación incómoda de deshacerme del no culpable regalo, sintiéndome una basura pero negándome a cargarla.
En mi proyecto ya terminó la etapa de producción arrojando resultados muy satisfactorios. Ahora estoy en la post donde me ha sido muy útil mi curso de packaging en origami que hice hace unos años, permitiéndome personalizar lo personalizado.. -no puedo parar-.
Van libros de los saldos de Corrientes para los pocos que miran para afuera y aprecian un libro más que otra cosa, va una Nah -que era mía- y el video de Capusotto al único párido en esta austral esquina y auténtico delirante, van CDs obviamente etiquetados -armado y selección de dos copados- con gran parte de la discografía del rock y metal argentino para los púberes que por suerte se asquean con Juanes, van palitas de untar pintadas a mano y divinas, de $5 para las que cambiaron los whiskeys y el descontrol por un marido e hijos en casa, van colgantes, adornos, alfajores, accesorios para todo el resto.
Cerrando los costos de la iniciativa, puedo concluir que me falto ponerle un tope a los imprevistos -de mi para mi-, pues menosprecié la mezcla de mis antojos con el aguinaldo/prima depositado en mi cuenta logrando una baja no ahorrable.