martes, 17 de agosto de 2010

HORIZONTE ETERNO


La camioneta en la que viajaba se llenó de silencio cuando el sol empezó a ocultarse y la noche tomó protagonismo, las cinco desconocidas parejas que desde la mañana la acompañaban comenzaron a dormirse, las cabezas encontraron el hombro que les pertenecía, los brazos se enredaron entre otros que los acogerían y los sueños… los sueños se compartirían.

Apoyó su cabeza contra la ventana y el frío innato de la misma la expulsó sin contemplación, levantó la mirada y la gran bóveda celeste que el universo le presentaba se abrió ante sus ojos, asombrada por el magistral espectáculo no tardo en reparar en un astro fijo que le guiñaba, se sintió avergonzada por no reconocer si era una estrella o un planeta vecino así que decidió ignorarla y sucumbir en sus melancólicos pensamientos pero el lejano y antiguo astro insistió en llamar su atención, la luz que se había emitido hace miles de años se abría un lugar entre los árboles que bordeaban la ruta, reinaba en la noche aunque los vidrios estuvieran empañados, esa maravillosa amiga la acompañaba, no la oprimía…

Cerró los ojos y se alejó. Los viajes siempre le habían regalado el privilegio de elegir, la emoción de lo desconocido, el placer del cambio… el infinito placer del cambio, pero este era diferente, una ambigua sensación se movía por sus venas, no tenía claro si había estado perdida o solo un poco ida, si huía o perseguía… pero eso si, sabía que podía!

Aterrizó de nuevo en la realidad de la camioneta, abrió sus ojos y descubrió sus propias manos entrelazadas… instintivamente lloró, pero sobretodo sonrió pues entendió que sólo estaría sola cuando se desconociera.